DE TAURINA A VEGANA

Lo que os voy a relatar a continuación es mi experiencia personal, no es un artículo, simplemente un regalo que me apetecía compartir con el mundo, por lo que espero que lo recibáis con los brazos, la mente y el corazón bien abiertos.

Lo cierto es que fui taurina aproximadamente hasta los 16 o 17 años y tras mucho pensarlo he querido compartirlo con todas vosotras, ya que creo que este cambio que me ocurrió a mí, le puede ocurrir a cualquiera. Podemos revisar nuestras ideas, ver si están en paz con  nuestros valores y si no es así, cambiar el rumbo. Sobre todo si entre estos valores se encuentran la paz, el amor, el respeto o el no hacer daño a terceros por puro egoísmo.
Al menos, este era mi caso, y estos eran mis valores, los que en muchas circunstancias nos intentan inculcar desde pequeños, más allá de la cultura, la religión o la procedencia.
Es cierto, que pasé por varias fases. Desde la fase “Taurina convencida” hasta la fase “Taurina pero no mucho”, hasta llegar a día de hoy, la fase “Vegana”. Como esta última, muchas ya la conocéis de post anteriores (y si no es así os sugiero leerlos después), me voy a centrar en las dos primeras fases.

En la primera fase, que he decidido bautizar como “Taurina convencida”, por supuesto acudía a las corridas de toros cada feria de San Isidro, además de a otros festejos taurinos como encierros, vaquillas, etc. Nunca fui a una capea, pero creo que si hubiera tenido la oportunidad por entonces, habría asistido felizmente.
En esta etapa defendía a capa y espada (y nunca mejor dicho) la tauromaquia. Entraba en blogs antitaurinos para discutir con todo aquel que quisiera romper con mis tradiciones. Defendía ante cualquier amiga o amigo este arte y discutía con el que hiciera falta ya que no iba a permitir que se mutilara nuestra cultura eliminando esta actividad. Por encima de mi cadáver iban a hacer desaparecer una tradición milenaria que con tanto esfuerzo me había inculcado mi familia.
Me recuerdo yendo con mi ex a las ventas, o mandarle fotos a mi inglesa de intercambio en las que salía en la plaza de toros de las ventas con un abanico super orgullosa de mi y de mis tradiciones taurinas. De hecho acompañaba estas fotos con algún comentario del tipo: “So spanish”. ¡Como si solo hubiera una manera de sentirse español! Pienso ahora, claro. Con la claridad del momento y la autocrítica ya realizada.

Cabe decir, que yo me consideraba una total amante de la naturaleza y de los animales. De hecho siempre fui muy pesada con tener un perro. Me podía pasar los días detrás de mis padres repitiendo incansablemente que quería un gato o un perro. A veces lo intentaba con un conejo, pero tampoco colaba. Tanto dar la tabarra tuvo sus frutos y con 14 años me compraron, (si, me compraron), a mi compañera Cocó, como premio (si, como premio) por haber pasado de curso. Acudimos a una tienda de animales y elegimos a la perrita más sana. Imagiaos en que clase de explotación vivirian los padres de cocó, que todos sus hermanos se murieron. El maltrato que se da en los criaderos para tiendas de animales es tal, que me daría para otra entrada en el blog.

El caso, que yo me consideraba muy amante de los animales y era taurina. Lo cual para mi no suponía ningún tipo de contradicción en absoluto.
Hasta que vi algo gracias a cocó, que cambiaría mi vida. Descubrí una poderosa información observando a mi compañera. Me di cuenta de que los animales sentían. Es algo que había escuchado antes, pero a lo que no prestaba mucha atención. Tampoco me paraba a pensarlo racionalmente ni mucho menos. Todavía recuerdo la primera vez que sin querer le pisé la patita a Cocó, como lloraba y lo mal que me sentí por haberle causado ese sufrimiento. Eso me hizo ver que Cocó tenía sentimientos y podía expresar emociones. Podía estar triste, alegre, contenta, demostrar amor, enfado, celos, etc. Incluso descubrí que cada perro tenía una personalidad diferente, pueden distinguir tus estados de ánimo y sufrir traumas o problemas psicológicos. Y es aquí donde empecé a hilar conceptos que tenía bastante separados.

Aquí amigas, comienza la segunda fase: Taurina pero no mucho.
¿Cómo iba a querer que le hicieran a otro animal lo que no me gustaría que le hicieran a Cocó? Dejé de ir a las corridas de toros y pasé al discurso: “A quién no le guste, que no vaya”. No porque a mi no me gustara sino porque ir me hacía sentir un poco mal, por lo que prefería evitarlo. No le di mucho bombo, simplemente dije que tenía otras cosas que hacer. En esta etapa recuerdo discutirle a una de mis mejores amigas que los toreros no eran asesinos y recordarle que estaba insultando las tradiciones que mi familia me había inculcado. Sentía que cualquier insulto a la tauromaquia, era un insulto personal contra mí y mis tradiciones.

Ahora me doy cuenta y me gustaría transmitir lo importante que es una buena comunicación en estos momentos en los que se abren debates políticos, morales o éticos. A mi no me funcionaba para nada que nos insultaran, nos llamaran asesinos o se metieran con nosotros. En vez de esto, haber reflexionado sobre el tema desde otra posición más relajada, me habría acercado mucho más, al menos, a la posibilidad de darle una vuelta a lo que pensaba y si tenía alguna concordancia con mis valores. Claro, que este proceso, no es nada fácil ya que darte cuenta de la poca concordancia de tus actos y tus valores puede causarte malestar.

Al cabo de un tiempo, en la mitad de mis 17 años, llegando a los 18, pude clarificar algo en mi mente: por supuesto no había ninguna relación entre ser taurina y mis valores. ¡4 años después de que llegara Cocó! Parece mucho tiempo, pero autocriticarse es un trabajo que lo requiere.

Supongo que a nadie nos gusta sentir que estamos equivocados y por eso buscamos racionalizaciones y argumentos que si les damos una vuelta son bastante simples. Yo usaba mucho el de que si la tauromaquia no existiera, se extinguirían los toros (de hecho, ahora que lo pienso, también he escuchado este argumento respecto al veganismo, por parte de la gente que come carne). Poco a poco fui entendiendo que si quieres que una raza no se extinga, no la reproduces y la asesinas mecánicamente. Es simplemente un intento de racionalizar una excusa para alejarnos del malestar que nos hace sentir el hecho de que podemos estar equivocados, que se nos pueden caer las tradiciones y las culturas, que son parte de nuestra vida y que nos han ayudado a formarnos como individuos sociales.

¿Cómo podía ser posible que me considerara taurina y amante de los animales? Al parecer a este proceso en psicología se le denomina “Disonancia cognitiva”. Ocurre cuando tus creencias y tus acciones están bastante separadas. El darnos cuenta de que vivimos en una contradicción puede hacer que nos sintamos mal. Entender que la tauromaquia mata a cientos y cientos de toros al año o que cuando sangran están sufriendo dolor de una manera muy parecida a la que tu sentirias, puede hacernos sentir emociones negativas. Para ello nuestro cerebro se defiende ocultando esa parte de la realidad y creando lo que llaman “Sesgos de confirmación”, es decir, argumentos que intentan reforzar que nuestras acciones no están tan mal.

A todo esto debemos sumarle la importancia del lenguaje entorno al mundo taurino, ya que se intenta fortalecer esta disonancia con el uso de un lenguaje concreto. Existen varios eufemismos en el mundo taurino que nos alejan de la realidad como “acabar la faena” en vez de “asesinar al toro” o “Asegurar la estocada” que no, “calcular lo bien que metes la espada para asesinar cuanto antes al animal”. Al fin y al cabo el lenguaje crea nuestro imaginario y nuestro pensamiento.
Si a esto le sumamos, la cotidianidad y normalidad con la que se ve que se asesine a los toros, se comienza a normalizar esta situación y no nos cuestionamos que exista ningún debate moral o ético entorno a esta actividad.

A pesar de todo, es cierto que nunca me terminó de convencer el discurso antropocéntrico de los antitaurinos. Argumentos como por qué una sociedad tan avanzada como la nuestra, puede divertirse con el sufrimiento de otro animal o como se puede seguir manteniendo y subvencionando públicamente estas prácticas tan arcaicas y retrogradas, nunca me convencieron. ¿Por qué? Porque siempre he sentido que era una mirada desde el ser humano y no desde el animal. El animal sufre y muere en un plaza de toros de la misma manera que en un matadero. Solo que en una nos divertimos con ello y en la otra preferimos no mirar porque está muy rico. Que más da donde muera, si ya sabemos que lo que no quieren, es morir.

Lo cierto es que siempre he buscado estar en paz conmigo misma y con mis valores. No taparme los ojos ante algo que se que no está bien. Buscar la paz dentro de este mar de intereses subjetivos y bienestares individuales, es bastante complicado. Pero yo lo conseguí con la autocrítica. Revisando cada día si nuestras acciones son las correctas aunque en este mundo perturbado, es difícil no caer en contradicciones. Todas las tenemos y podemos hacernos cargo de ellas. Todavía había un pepito grillo en mi cabeza que no me dejaba estar agusto y comencé a dejar de entender porque cocó como perrita tenía más importancia que un conejo o un toro si sienten de maneras muy parecidas, y así empezó mi camino hacia el vegetarianismo.

Quise seguir haciendome cargo de mis contradicciones. Es por eso que dejé de comer animales. Quise romper con toda disonancia cognitiva. Acercarme hacia este proceso psicológico del que nos alejan al no mostrarnos de donde viene un filete y lo más importante, buscar información que nos ocultan para que sigamos comiendonoslo. Como he leído varias veces, si los mataderos fueran de cristal, nadie comería animales.
Al hacerme vegetariana viví el mismo proceso que al hacerme antitaurina. Viví varios sesgos de confirmación que intentaban mantenerme en paz y no ver la disonancia entre mis valores y comer animales. Entre estos se encontraban que me iba a morir de hambre, que el jamón estaba muy rico, que los leones también se comían a las cebras, que iba a tener anemia, que no me gustaba la verdura… que quién quisiera comer animales, los comiera y quien no, que dejara en paz al resto. Por suerte conseguí romper con todos.

Y resumiendo mucho, finalmente me hice vegana.

La carrera que estudio me ha permitido comprender por qué he vivido este proceso y a dia de hoy, por fín entiendo que la mayoría de las decisiones individuales no existen, ya que son inculcadas y aprendidas en una sociedad. Aprendí a ser taurina porque me lo inculcó mi familia, no por gustos propios. Comía animales porque me lo inculcó mi familia, no por decisión propia. Como si no fuéramos seres sociales que aprendemos hechos y constructos de los cuales si te sales tienes una coerción. Por supuesto yo recibí y sigo recibiendo esta coerción, pero al menos estoy en paz.
Además estas supuestas decisiones individuales, no solo son individuales, porque en la mayoría de los casos afectan a la sociedad. Nuestras decisiones afectan al conjunto de los individuos que habitan en este mundo. Y dentro de estos, incluyo a todos los animales.

Con esto que os escribo solo intento haceros llegar que ser autocríticos a veces merece más la pena que taparse los ojos con una venda invisible para no querer ver lo que ya sabemos pero necesitamos confirmar.

¿Qué he aprendido de este proceso?
Que no sabes a quién puede afectar las conversaciones reflexivas y pedagógicas, que no atacantes, que puedas tener con alguien aunque parezca que sea imposible que piense de otra manera. Que la información es poder y puede cambiar tu manera de pensar. Que cambiar tu manera de pensar es más sabio que mantener una postura en la que en el fondo sabes que es insostenible o que te hace sentir mal. Y que las tradiciones y la cultura no son más que una construcción social que nos hemos inventado para mantener no se que intereses o de quién, pero que no nos morimos, sino que salvamos a otros seres, si le damos una vueltecica.

Finalmente me gustaría transmitiros que jamás me habría imaginado haciendo pública esta historia. No ha sido fácil ir atrás en el pasado y analizar cada pensamiento o etapa. He intentado ser breve y no entrar en muchos tecnicismos aunque me daría para escribir un libro.


Espero que os haya gustado mucho.

Pd: Dedicado a todas las personas que se revisan cada día para hacer de este mundo un lugar mejor.


Comentarios

  1. enhorabuena por tú trabajo personal, me quito el sombrero y te aplaudo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares